Escrito por Gloria Muñoz Ramírez
La lucha por la liberación de Mumia Abu-Jamal no ha terminado.
Mumia Abu Jamal, uno de los presos políticos estadunidenses más
reconocido en el mundo, dejó el corredor de la muerte de Pensylvania
después de más de 30 años de pasar cada uno de sus días condenado a una
ejecución producto de una proceso jurídico plagado de irregularidades.
Por la liberación de Mumia, periodista y activista afroamericano, ex
miembro de las Panteras Negras, luchan colectivos en el mundo. Su causa
en favor de los derechos de las minorías lo ha colocado no sólo como un
símbolo contra la pena de muerte, sino como referente de lucha
internacional. Su caso concentra todas las irregularidades del sistema
de justicia de Estados Unidos, pero el pasado 7 de diciembre se obtuvo
un triunfo: la fiscalía de Filadelfia anunció su decisión de no seguir
pidiendo la pena capital para Abu-Jamal.
El 9 de diciembre de 1981 Mumia fue acusado del asesinato del policía
Daniel Faulkner, ocurrido en Filadelfia. Siguió un proceso plagado de
violaciones constitucionales y de derechos civiles y el ocultamiento de
pruebas en su defensa por parte de policías, fiscales y del propio juez.
Actualmente, luego de su traslado al penal de mediana seguridad
Mahanoy, denuncia la agrupación Amigos de Mumia México, los oficiales
carcelarios se inventaron un nuevo pretexto para mantenerlo en la Unidad
de Celdas Restrictivas (RHU): las rastas. Las autoridades de su nueva
cárcel afirman que Abu-Jamal estará en el hueco hasta que se corte el
cabello que, por cierto, ahora le llega hasta el suelo, como símbolo de
su constante resistencia y una afirmación de vida y rebeldía contra un
sistema de muerte.
Furiosos por no haber podido asesinar a Mumia por la vía legal, las
autoridades buscan cualquier pretexto para enterrarlo vivo y apagar su
lucha. Durante muchos años, Mumia ha seguido luchando a través de sus
escritos. Pero las nuevas condiciones afectan directamente su
posibilidad de recibir información y difundir su palabra. No tiene
acceso a los informes noticieros, tampoco a sus materiales legales o a
su máquina de escribir... Hay luces fuertes prendidas en su celda las 24
horas del día. No sale de su celda sin grilletes, incluso para ir a las
regaderas o para recibir una visita. Éstas son pocas y cortas, sin
contacto físico, en un locutorio de vidrio. Está sometido a revisiones
denigrantes tanto antes como después de la visita. Las autoridades
tardan mucho en entregarle sus cartas, si es que las entregan. Sólo le
permiten una llamada breve a su esposa. No tiene acceso a alimentos
adecuados ni a la tienda del penal. Y Mumia, por supuesto, se niega a
cortarse las rastas.
La lucha por su liberación no ha terminado.
Tomado de La Jornada
http://www.jornada.unam.mx/2012/01/14/opinion/014o1pol
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