miércoles, 11 de enero de 2012

Mumia: adiós a la pena de muerte después de tres década ( Diagonal, de enero de 2012 )

Abu Jamal seguirá cumpliendo cadena perpetua


Tras pasar 30 años en prisión condenado a muerte, el activista y periodista afroamericano ha sido trasladado a la prisión de Mahanoy en Pensilvania
Miquel Ramos (Valencia)
“No descansaremos hasta que Abu- Jamal arda en el infierno”. Así de contundente se pronunciaba un representante de la Orden Fraternal de la Policía de Filadelfia en 1999, tras varios intentos de ejecutar la condena a muerte que pesaba sobre el periodista afroamericano Mumia Abu-Jamal, preso desde 1981. Pero el pasado 7 de diciembre, la Fiscalía de Philadelphia anunciaba su decisión de no seguir pidiendo la pena capital para Abu-Jamal, tras años de apelaciones e intensas campañas internacionales por su liberación.
Seth Williams, el fiscal encargado del caso, dijo que continuar pidiendo la pena capital para Mumia supondría todavía más años de apelaciones que la viuda del agente Faulkner, de cuyo asesinato se acusa a Abu Jamal, no está dispuesta a soportar, aunque ésta no se ahorró los calificativos de “cobardes y deshonestos” a los jueces por no haber ejecutado a Mumia antes.
El activista afroamericano lleva 30 años esperando ser ejecutado en el corredor de la muerte, acusado de asesinar al agente de policía Daniel Faulkner el 9 de diciembre de 1981, a pesar de declararse inocente y de haber sido condenado en un proceso lleno de irregularidades, denunciado por ONG como Amnistía Internacional, que no han dejado de pedir un nuevo juicio con todas las garantías.
El arzobispo sudafricano y reconocido activista por los derechos humanos, Desmond Tutu, celebró la decisión del fiscal junto con numerosos activistas en un acto el 9 de diciembre, pero pidió que se llegue hasta el fondo de la cuestión tras conocerse nuevas pruebas que ponen en duda una vez más la participación de Mumia en el accidente que terminó con la vida del agente Faulkner.
Tutu ha sido uno de los más activos defensores de la inocencia de Mumia, junto con otros intelectuales como Noam Chomsky, Günter Grass, bandas como Rage Against The Machine o el rapero Inmortal Technique, entre otros. Pero han sido miles de personas las que han llevado la voz de Mumia alrededor del mundo, con comités de apoyo en varios países y con intensas campañas por su liberación.
Irregularidades en el proceso
Las numerosas pruebas que la defensa ha aportado han cuestionado la responsabilidad de Mumia en el suceso que terminó con la vida del agente Faulkner. Según el relato de los observadores de Amnistía Internacional, varios testigos fueron manipulados por la policía para obtener declaraciones que señalaran a Mumia como autor de los disparos. Dos prostitutas se retractaron de su testimonio y declararon haber sido chantajeadas por los agentes.
En junio de 1999, Arnold Beverly, asesino a sueldo, confesó que él fue quien realizó los disparos por encargo de la Policía por supuestos conflictos entre algunos agentes y Faulkner, pero finalmente se desestimó esta nueva prueba por la complejidad de demostrar las acusaciones.
La relación entre los miembros del Tribunal y las fuerzas policiales ha puesto en duda la imparcialidad de éste y otros juicios. El presidente de la Corte, el juez John P. Flaherty, recibió el Premio de la Justicia concedido por la Asociación de Sheriffs de Pensilvania, y el juez Ralph J. Cappy –quien redactó la resolución en la que se rechazó la solicitud de un nuevo juicio para Abu-Jamal– recibió el premio al “Hombre del Año” concedido por la Orden Fraternal de la Policía del Estado de Pensilvania . Asimismo, el juez que condenó a Abu-Jamal, Albert Sabo, ostentaba entonces el récord de condenas a la pena capital en todo EE UU.
Philadelphia años ‘70
Abu-Jamal había sido sometido años antes del suceso a una estrecha vigilancia por parte del FBI a través de su programa de contraespionaje conocido como Cointelpro, destinado a espiar y desbaratar los movimientos sociales norteamericanos. Presidió la Asociación de Periodistas Negros de Philadelphia y había sido miembro de los Panteras Negras. Compaginaba su activismo y su actividad periodística con el trabajo de taxista.
Los movimientos sociales que se desarrollaron durante los ‘70 en EE UU llevaban de cabeza a la policía y a los servicios secretos, empeñados en acallar las críticas a su política en asuntos como la guerra de Vietnam, así como las campañas contra la brutalidad policial y al racismo institucional. Philadelphia fue uno de los lugares donde el choque entre activistas y miembros de las fuerzas de seguridad fue más allá, con dramáticos sucesos y excesos protagonizados por la policía.
En 1973, un juez del tribunal federal de primera instancia declaró que en Philadelphia los casos de abusos policiales eran tan frecuentes que no podían “considerarse como casos excepcionales y aislados” y que las autoridades de la ciudad “hacían muy poco o nada” para castigar o impedir estos abusos. Entonces gobernaba la ciudad el alcalde Frank Rizzo, que se enfrentó a una demanda en 1979 por consentir la brutalidad policial. La demanda enumeraba una lista de 290 personas, la mayoría pertenecientes a las minorías étnicas, que entre 1975 y 1979 habían sido víctimas de disparos hechos por la policía de la ciudad.
Una muestra de ello es la guerra que se libró contra MOVE, una comuna afroamericana libertaria que se manifestaba constantemente contra la brutalidad policial y las políticas que mantenían a la comunidad negra marginada y silenciada. La Policía asaltó en dos ocasiones su sede: la primera vez en 1978, cuando varios de sus miembros fueron detenidos y condenados a penas de entre 35 y 100 años de prisión. El segundo asalto tuvo lugar en 1985, y causó la muerte de 11 personas, cinco niños entre ellas, tras el lanzamiento de una bomba por parte de la policía desde un helicóptero al edificio donde se habían refugiado los activistas desarmados.

No hay comentarios:

Publicar un comentario