Escrito por Gilberto López y Rivas
En
los manuales estudiados, se insiste en que la misión primordial de las
fuerzas especiales en la defensa extranjera externa es organizar,
entrenar, aconsejar y desarrollar la capacidad táctica y técnica de las
fuerzas militares de la llamada “nación huésped”, de tal manera que
éstas puedan derrotar a la insurgencia “sin el involucramiento directo
de Estados Unidos.” Esto es, se pretende que los costos humanos,
materiales y todo el impacto de la guerra los pague la “nación huésped”
Recordemos que el Manual de Campo 31-20-3, Tácticas, técnicas y procedimientos de defensa interna para las fuerzas especiales en el extranjero,
parte de la premisa subyacente de que Estados Unidos tiene una misión
que cumplir en el ámbito mundial, que es la salvaguarda de los intereses
de ese país frente a las amenazas consideradas de “menor escala” –que
las relacionadas con la confrontación Este-Oeste–, como el terrorismo,
la subversión, la insurgencia y el tráfico de drogas.
Esta tarea planetaria, heredada de las nociones del “Destino Manifiesto”
que otorgan a ese pueblo escogido por la Providencia el derecho de
expandirse fuera de sus fronteras, supuestamente en nombre de la
libertad y la democracia, hace necesaria la elaboración de incontables
manuales destinados al aprendizaje de sus fuerzas especiales para
conducir la guerra contrainsurgente a cualquier oscuro rincón del mundo
(Bush dixit) donde “el desorden interno sea de tal naturaleza que
constituya una amenaza significante a los intereses nacionales de
Estados Unidos”.
El manual no se distingue por la profundidad del análisis histórico,
sociológico o político, el cual es sustituido por maniqueos recetarios
que pretenden pasar por científicos y que conforman, en realidad, un
conjunto de categorías clasificatorias de orden práctico que guíen la
acción de sus fuerzas armadas. Así, se define a la insurgencia como “un
movimiento organizado con el propósito de derrocar un gobierno
constituido a través del uso de la subversión y el conflicto armado”.
Los politólogos-sociólogos al servicio de la guerra contrainsurgente
concluyen sesudamente que hay siete elementos comunes a toda
insurgencia: “liderazgo, ideología, objetivos, ambiente y geografía,
fases y tiempos (del desarrollo del movimiento), apoyo externo, y
patrones operativos y organizativos”. También, se sostiene que hay tres
estrategias generales de la insurgencia: el foco o foquismo, la
orientada hacia las masas y la tradicional, clasificando a la
insurgencia “liderada por Castro y el Che Guevara” en la primera,
Vietnam en la segunda, y la rebelión de los huk en Filipinas, en la
tercera.
Aprendiendo de sus derrotas militares –como la sufrida en Vietnam–, que
por cierto nunca son mencionadas como tales en los manuales estudiados,
se insiste en que la misión primordial de las fuerzas especiales en la
defensa extranjera externa es organizar, entrenar, aconsejar y
desarrollar la capacidad táctica y técnica de las fuerzas militares de
la llamada “nación huésped”, de tal manera que éstas puedan derrotar a
la insurgencia “sin el involucramiento directo de Estados Unidos.” Esto
es, se pretende que los costos humanos, materiales y todo el impacto de
la guerra los pague la “nación huésped” y que los ejércitos de nuestros
países cumplan con las directrices represivas de Estados Unidos en
contra de toda la gama de los movimientos sociales que siempre pueden
ser considerados como accesorios o cómplices de los insurgentes. La
“guerra contra el narcotráfico” en México, por ejemplo, que contabiliza
en cinco años más de 50 mil muertos, miles de desaparecidos y una
agresión permanente contra los movimientos populares, ha sido impuesta
por Estados Unidos y llevada a cabo por Calderón, presidente espurio de
la “nación huésped”, sin que ese país sufra en lo más mínimo las
consecuencias de la misma.
El manual especifica que la “nación huésped” siempre puede obtener
equipo de Estados Unidos para enfrentar la amenaza interna a su
seguridad causada por individuos sin ley, como los narcotraficantes, que
en el caso mexicano se plasma en la Iniciativa Mérida. Lo que no se
informa en el documento es que el gobierno de ese país también
suministra armas a los propios “individuos sin ley”, e incluso lava el
dinero de sus operaciones criminales, como se ha venido documentando en
nuestro periódico, porque la guerra es instrumental a la estrategia
estadunidense de tomar el control de la “nación huésped”.
Coalición es otro de los eufemismos que el manual adopta para encubrir
mediáticamente las incursiones neocoloniales de Estados Unidos y sus
aliados europeos, como las llevadas a cabo en Irak y Afganistán. Hacer
realidad el apoyo a estas coaliciones es una tarea adicional a ser
estudiada por las fuerzas especiales estadunidenses, para lo cual se
considera muy importante una comprensión profunda del área (a ser
invadida) y de la gente que ahí viva, “orientación regional, conciencia
cultural y habilidades en el manejo de otras lenguas, son necesarias
para cumplir exitosamente la misión”.
El manual cuenta con un apéndice sobre consideraciones legales que
especifican que las operaciones de las fuerzas especiales deberán ser
conducidas de acuerdo con las leyes internacionales y las que rigen en
territorio estadunidense. Se mencionan específicamente las cuatro
Convenciones de Ginebra de 1949, que proveen la fuente primaria de
derechos y obligaciones de las personas involucradas en conflictos
internos, o no internacionales, que demandan un trato humanitario a los
prisioneros, heridos y enfermos, y que prohíben el uso de la violencia
en cualquiera de sus formas, en particular, el asesinato, la mutilación,
la tortura, los tratos crueles y degradantes, la toma de rehenes, las
ejecuciones extrajudiciales y los juicios sin el debido proceso. Estos
exhortos resultan retóricos y profundamente contradictorios con las
realidades de crasas violaciones a los derechos mencionados en las
innumerables guerras contrainsurgentes y operaciones encubiertas
llevadas a cabo en el mundo entero por las fuerzas armadas
estadunidenses. Además, el apéndice recomienda la búsqueda de un acuerdo
internacional que garantice la inmunidad diplomática para sus tropas en
los países donde están “estacionadas”. Esto es, impunidad total para el
ejercicio efectivo del terrorismo global de Estado.
LaJornada
No hay comentarios:
Publicar un comentario